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El águila y el escarabajo
El águila y el escarabajo

SCARABAEUS, s. El escarabajo sagrado de los antiguos egipcios, emparentado con nuestro familiar escarabajo pelotero. Se supone que simbolizaba la inmortalidad, derivando su santidad del hecho de que sólo Dios sabe por qué era así. Su costumbre de incubar sus huevos en el interior de una bola de estiércol puede haber influido en que los sacerdotes lo tuvieran en alta estima, y puede que algún dia le asegure una reverencia similar también entre nosotros (…)

Diccionario del diablo, 1911

Ambrose Bierce

¡Solo los que nunca han escuchado se sorprenderán de tu clarividencia, bitter maestro Ambrose! A pesar de que nunca pretendiste ejercer apostolado, con orgullo nos proclamamos tus acólitos; el momento que previste ha llegado, ¡oh, maestro!, y nosotros somos sus voceros. Una verdad ha fermentado en nosotros y nuestro zumbido pronto será un clamor. ¡Venerado sea de nuevo el escarabajo estercolero!

El águila y el escarabajo


El águila y el escarabajo

El águila y el escarabajo

Un águila perseguía a una liebre; esta liebre, ante la imposibilidad de encontrar ayuda, recurrió a la única criatura que el azar le puso delante; era un escarabajo, y le pidió socorro. El escarabajo la tranquilizó, y viendo que se acercaba, le rogó al águila que no le arrebatara a aquel que le había solicitado amparo. Pero el águila, despreciando su pequeñez, devoró a la liebre ante la mirada del escarabajo. Desde aquel momento, lleno de rencor, el escarabajo anduvo al acecho de los lugares en los que el águila instalaba su nido, y cuando ésta hacía su puesta se elevaba por el aire, echaba a rodar los huevos y los cascaba, hasta el punto que, perseguida en todas partes, el águila recurrió a Zeus —pues es a Zeus que este ave está consagrada— y le pidió que le proporcionara un lugar seguro en el que tener a sus pequeños. Zeus le permitió poner los huevos en su regazo, pero el escarabajo había presenciado la argucia; hizo entonces una pelota de estiércol, se echó a volar y, cuando estuvo encima del regazo de Zeus, la dejó caer. Zeus se levantó para sacudirse el estiércol y sin darse cuenta tiró los huevos al suelo. Se dice que, desde entonces, durante la temporada en que aparecen los escarabajos las águilas no crían.

Esta fábula enseña que no hay que despreciar a nadie; es necesario acordarse de que no hay criatura tan débil que no sea capaz un día de vengarse de una ofensa.

El águila y el escarabajo

Y lo contamos también cantando; o, mejor, dejaremos que lo haga Félix María, que seguro lo hará con menos enojo y más desenfado.

Versión de Samaniego

El águila y el escarabajo
                  ¡Que me matan! favor: así clamaba
                  Una Liebre infeliz, que se miraba
                  En las garras de un Águila sangrienta.
                  Á las voces, segun Esopo cuenta,
                  Acudió un compasivo Escarabajo;
                  Y viendo á la cuitada en tal trabajo,
                  Por libertarla de tan cruda muerte,
                  Lleno de horror exclama de esta suerte:
                  Ó reina de las aves escogida,
                  ¿Por qué quitas la vida
                  Á este pobre animal, manso y cobarde?
                  ¿No sería mejor hacer alarde
                  De devorar á dañadoras fieras;
                  Ó ya que resistencia hallar no quieras,
                  Cebar tus uñas y tu corvo pico
                  En el frio cadáver de un borrico?
                  Cuando el Escarabajo así decía,
                  El Águila con desprecio se reía;
                  Y sin usar de más atenta frase,
                  Mata, trincha, devora, pilla, y vase.
                  El pequeño animal así burlado,
                  Quiere verse vengado.
                  En la ocasion primera
                  Vuela al nido del Águila altanera:
                  Halla solos los huevos; y arrastrando,
                  Uno por uno fuélos despeñando.
                  Mas como nada alcanza
                  Á dejar satisfecha una venganza,
                  Cuantos huevos ponia en adelante,
                  Se los hizo tortilla en el instante.
                  La reina de las aves sin consuelo,
                  Remontando su vuelo,
                  Á Júpiter excelso humilde llega,
                  Expone su dolor, pídele, ruega
                  Remedie tanto mal. El dios propicio,
                  Por un incomparable beneficio,
                  En su regazo hizo que pusiese,
                  El Águila sus huevos, y se fuese;
                  Que á la vuelta, colmada de consuelos,
                  Encontraría hermosos sus polluelos.
                  Supo el Escarabajo el caso todo:
                  Astuto é ingenioso hace de modo,
                  Que una bola fabrica diestramente
                  De la materia en que continuamente
                  Trabajando se halla,
                  Cuyo nombre se sabe, aunque se calla;
                  Y que, segun yo pienso
                  Para los dioses no es muy buen incienso.
                  Carga con ella, vuela, y atrevido
                  Pone su bola en el sagrado nido.
                  Júpiter que se vió con tal basura,
                  Al punto sacudió su vestidura,
                  Haciendo, al arrojar la albondiguilla,
                  Con la bola y los huevos su tortilla.
                  Del trágico suceso noticiosa,
                  Arrepentida el Águila y llorosa,
                  Aprendió esta leccion á mucho precio:
          
                  Á nadie se le trate con desprecio,
                  Como al Escarabajo;
                  Porque al más miserable, vil y bajo,
                  Para tomar venganza, si se irrita,
                  ¿Le faltará siquiera una bolita?         
          
El águila y el escarabajo

El águila y el escarabajo

Recorriendo los viejos estantes nos ha llamado la atención encontrar versiones de este mismo relato en las que el escarabajo le tira a Zeus una simple bolita de barro. No se halla el error en el original griego, así que esta distorsión de la historia se podría atribuir a la incompetencia de traductores que no habrían sabido reconocer en el κάνθαρος que protagoniza la narración de Esopo al escarabajo estercolero, y lo habrían confundido con cualquier otro coleóptero —al fin y al cabo, como dice el refrán, para un humano todos los bichos son chinches. De cualquier modo, es un error que nos llama vivamente la atención porque a nosotros, que entendemos de estas mierdas, que valoramos un excremento en lo que realmente vale­, no nos habrían dado el cambiazo con tanto descaro.

Por lo demás, es un error recurrente en la literatura humana. Encontramos la misma confusión, el mismo equívoco —la misma sustitución del barro por el estiércol—, en varias narraciones del origen de la humanidad elaboradas por diferentes enjambres de simios antropoides en diferentes regiones del planeta. Se describe en estos relatos a un dios alfarero que modela con barro al primer humano; aun el bicho menos reflexivo entiende que el papel que aquí desempeña el barro solo puede corresponder al estiércol, lo cual nos permite teorizar sobre una incapacidad característicamente humana para percibir el lugar preponderante que ocupa la mierda entre las potencias originarias que animan la materia viva.

Hay que lamentar profundamente que ninguna criatura no humana haya escrito nunca una historia de la humanidad.

Notas


 * Año: Tenga presente el lector que, por expresa y terminante decisión de los que mandan en este agujero, todas las fechas de la biblioteca Bicheratura están referidas al nacimiento de Sócrates, que es como se cuentan los años en esta república —esto es, van 470 años por delante del país vecino —esto es, ahí fuera mismo en la calle.
   La intención inicial de la junta directiva del antro era utilizar esta cronología en toda la Bichoteca. No obstante, tras una acalaroda intervención por parte de este equipo de edición —que está convencido de que sin una cierta connivencia con los usos establecidos no habrá difusión de la obra—, se nos ha dado permiso para que los artículos de la sección Divulgando sean mostrados con la fecha que los simios que los escribieron creían estar viviendo.

 * Suborden o Superfamilia— En los órdenes Blattodea, Hymenoptera y Lepidoptera, para agrupar las familias hemos preferido usar las superfamilias en lugar de los subórdenes.