Generalidades sobre los mosquitos

Generalidades sobre los mosquitos (I)

El ciclo vital de los mosquitos

Huevos de mosquito

Huevos de mosquito
by Janek LassCC BY 4.0

Hasta donde sabemos, en sus primeros estadios todos los mosquitos son acuáticos. Nunca se ha observado que alguno ponga sus huevos en otro sitio que no sea el agua. Sus larvas viven bajo la superficie de esta a pesar de que realmente respiran aire, es decir, que tienen que salir a la superficie para respirar. Dicha respiración se realiza por medio de conductos traqueales que se ramifican en el interior del cuerpo; estos conductos conectan con un orificio en el extremo de una prolongación situada en los últimos segmentos del abdomen, la cual, por esta razón, es conocida como tubo respiratorio. De rato en rato este tubo es empujado hacia arriba, hasta que atraviesa la película superficial del agua, y de esta manera el aire se introduce en las tráqueas. Las larvas se alimentan tanto sobre la superficie como por debajo de ella, y su comida consiste en todo tipo de partículas flotantes; algunas de sus formas más crecidas pueden incluso atacar la vegetación acuática. Su crianza es rápida y llegan también al estado de pupa mientras están dentro del agua, si bien, lo habitual es que esta última flote cerca de la superficie. En el interior de la pupa no respiran a través de un tubo en el extremo anal del abdomen, sino por medio de otros dos tubos con forma de trompeta que salen de la parte superior del tórax. Todas las pupas tienen el tórax bastante hinchado y su cuerpo parece más ligero que el aire, de manera que flotan sobre la superficie sin ningún esfuerzo. Las pupas, sin embargo, están activas —a veces muy activas. El abdomen, que presenta unas solapas anales a modo de remos, es capaz de agitarse veloz y violentamente a fin de sumergirlas bajo la superficie cuando necesitan escapar de algún pez o de un insecto acuático depredador. Este enérgico movimiento es fundamental para la preservación de la especie, ya que en los depósitos de agua estancada abundan las formas de vida carnívoras y un bocado pequeño y rollizo, tal que una pupa de mosquito, no tendría ninguna oportunidad si se mantuviera siempre inmóvil sobre la superficie. Si uno intenta atrapar una pupa entre los dedos pulgar e índice, ésta desaparece como un destello con solo acercar la mano, y sólo sube de nuevo hasta la superficie, lentamente, cuando cesa el enérgico movimiento del abdomen, esto es, cuando se cansa o cuando deja de amenazarla el peligro.

Larvas de mosquito Culex

Larvas de mosquito Culex
by James Gathany, CDC – CC BY 2.5

Todos los mosquitos, hasta donde es sabido, se crían de forma más bien rápida. En el curso de un año se producen varias generaciones, e hibernan tanto en forma de larva como de insecto adulto. Se pueden encontrar mosquitos hibernando frecuentemente en las bodegas de las casas, en desvanes fríos, en graneros, bajo las tapas de los tanques de agua, bajo puentes y desagües de piedra. En los estados del extremo sur (de los Estados Unidos), muchos mosquitos se encuentran activos a lo largo del invierno, y en las regiones más tropicales pueden criar durante todo el año. No obstante, en las regiones tropicales secas solo crían durante la estación de lluvias, y en el periodo de sequía la especie se perpetua por la persistencia de los adultos, los cuales pueden mantenerse activos o, de manera más frecuente, más bien inactivos y aletargados, como si solo hibernaran. Por lo general, durante esos periodos de sequía los machos mueren y las hembras encinta sobreviven. Lo mismo sucede con el letargo invernal en el norte; como norma, cuando llega el momento de la hibernación las hembras ya han sido fecundadas; estas viven hasta que llega el deshielo y el clima adquiere la temperatura adecuada para la puesta de los huevos. Tal como lo han demostrado unas observaciones recientes realizadas por el Sr. J. Turner Brakeley y el Dr. John B. Smith, las larvas pueden quedar congeladas en el hielo y continuar su crecimiento una vez descongeladas, así que, sin duda, muchas hibernan de esta manera.

Partenogénesis entre los mosquitos

Acabamos de afirmar que los machos fecundan a las hembras y que después, al empezar el invierno o la temporada de sequía en las regiones tropicales, mueren; pero hay evidencia de que entre los mosquitos, igual que entre muchas de las formas de vida inferiores, se produce a veces la partenogénesis, o nacimiento virginal.

Pupa de mosquito vista bajo el microscopio

Pupa de mosquito
by Janek LassCC BY 4.0

El profesor V. L. Kellogg de la universidad de Stanford, crió desde que era pupa, en un frasco tapado, a una hembra de mosquito, la cual puso huevos casi inmediatamente. No había otros mosquitos en el frasco y, por supuesto, no hubo apareamiento. De estos huevos eclosionaron unas larvas que crecieron muy lentamente y alcanzaron casi su completo desarrollo antes de morir. Ninguna de estas logró llegar a la fase de pupa. Es posible que murieran a causa de su nacimiento anómalo, pero cabe también la posibilidad de que murieran por falta de una comida adecuada, y que, por tanto, bajo otras circunstancias, se hubieran podido criar insectos adultos. La observación del profesor Kellog indica claramente que se pueden realizar interesantes estudios en esta dirección; y será especialmente interesante observar el sexo de los adultos criados a partir de larvas que hayan tenido un nacimiento virginal.

¿Cuánto tiempo puede vivir una larva bajo el agua?

Larvas comiendo bajo el agua

Larvas comiendo bajo el agua
by Sus scrofaCC BY 4.0

En unos experimentos que he realizado con larvas de mosquito del género Culex, no he podido cronometrarlas bajo la superficie durante más de dos minutos. Como norma, retornan a respirar a la superficie después que ha transcurrido no más de un minuto. Con la larva de Anopheles, tal como mostraremos después, la cosa es diferente. Aunque las larvas permanecen sobre la superficie del agua en las fases tempranas de sus vidas, cuando crecen del todo descienden hasta el fondo y mordisquean los viscosos granos de arena o las plantas acuáticas que allí se encuentran. Durante esta operación han sido cronometradas por una de mis ayudantes, la Srta. Sullivan, y aguantaban hasta diez minutos antes de subir a por aire. Parece también, según unas investigaciones realizadas por el Dr. Johnson B. Smith, que incluso las larvas de Culex pueden permanecer sumergidas por un periodo más largo que el observado por mí. En las Noticias entomológicas1 de marzo de 1901, afirma que las ha cronometrado bajo el agua por un periodo de hasta diez minutos, y en una publicación posterior sostiene que estas mismas larvas, unos ejemplares de Culex pungens que habían sido recogidos del hielo, permanecieron bajo el agua durante quince minutos y más.

¿Cuánto tiempo puede vivir una larva?

En las Noticias entomológicas de abril del año 1899, el profesor Kellogg informó acerca de una interesante serie de observaciones realizadas sobre unos huevos puestos por un mosquito en su laboratorio un 9 de agosto. (Los huevos, por cierto, fueron puestos a las 16:30, un hecho notable en sí mismo, pues se había supuesto que estos sólo se ponían al anochecer, presumiblemente, como norma, en las horas oscuras de la madrugada). Estos huevos eclosionaron el 10 de octubre, y fueron conservados con vida en un frasco de agua a una temperatura de entre 50º y 75ºF en condiciones normales de luz. Las larvas aumentaron de tamaño muy lentamente, y una detrás de otra fueron muriendo. La única superviviente vivió hasta el 16 de febrero, momento en el que murió a la avanzada edad de cuatro meses y una semana. Ninguna de ellas alcanzó el estadio de pupa. Como mencionamos más arriba, el profesor Kellogg piensa que su muerte puede haber sido debida al hecho de que su madre fuera virgen, y la lentitud de su crecimiento a la falta de la comida o el agua adecuadas.

Planta carnívora Sarracenia purpurea

Sarracenia purpurea ssp. venosa
by Mark Connolly

Hemos afirmado ya que los mosquitos hibernan en la fase adulta. Este punto ha sido observado de forma habitual y se trata generalmente como un hecho aceptado. Yo siempre he supuesto que este era el único modo de hibernación, pero una observación del Sr. J. Turner Brakeley de Hornerstown, Nueva Jersey, realizada durante el invierno pasado, apunta a que ocasionalmente pueden pasar el invierno en estado larvario. El Dr. John B. Smith me escribió, con fecha de 30 de enero de 1901, que el Sr. Brakeley se adentró en los pantanos y recogió un número considerable de hojas de planta carnívora2 (Sarracenia) rellenas de una sólida masa de hielo. Se las llevó a casa, descongeló los contenidos, y como resultado de esto envió al Dr. Smith dos botellas con larvas de mosquito muy vivas. Parece ser que la temperatura de los pantanos había alcanzado los 2,5ºF bajo cero, y que todo se había mantenido en estado de hielo sólido por algún tiempo. El Sr. Brakeley escribió que las larvas estaban sumergidas en diferentes secciones del hielo, y que mirando a través de este se podían ver los insectos. Envió cerca de un centenar de estas larvas descongeladas al Dr. Smith, el cual afirmó que le llegaron en buen estado y que después, en su laboratorio, vivieron, hicieron las mudas y se desarrollaron. Los adultos emergieron en marzo y resultaron ser ejemplares de Culex pungens3. La enorme cantidad en que fueron encontradas estas larvas sugieren al Dr. Smith que la hibernación larvaria debe ser extremadamente común, no sólo en Nueva Jersey y dentro de plantas carnívoras, sino en todas partes y en otro tipo de acumulaciones de agua. Estas observaciones tienen interés y una relevancia extraordinarias.

¿Cuánto tiempo puede vivir una larva fuera el agua?

El hecho de que estos insectos permanecieran aletargados un periodo de tiempo indefinido después de quedar congelados en el interior del hielo, tal como se deduce de las observaciones del Sr. Brakeley, puede en principio indicar que una de las teorías insinuadas aquí arriba —esto es, que cuando se seca el barro en el fondo de sus lugares de cría, se mantienen vivos sobre la tierra— está en cierto modo justificada4. Pero, en realidad, este dato tiene poca relevancia cuando se trata de las condiciones de temperatura estivales. Experimentos que he ensayado a pequeña escala en recipientes de vidrio han demostrado que las larvas de Culex se mantendrán vivas en el barro húmedo durante un corto periodo, y que algunas de ellas se transformarán exitosamente en adultos después de agregarles agua; pero en ningún caso fue posible revivir larvas en un barro del que el agua se había retirado hacía más de cuarenta y ocho horas, y además, después de veinticuatro horas sólo una pequeña parte de las larvas revivieron. Estos resultados concuerdan exactamente con los obtenidos por unos investigadores ingleses en África, los cuales, en efecto, no han podido mantener a las larvas vivas fuera del agua durante más de cuarenta y ocho horas. La impresión contraria se ha extraído a partir de observaciones realizadas en estanques que en realidad no se habían secado del todo. El Sr. C. A. Sperry de Chicago ha investigado un estanque que se secó y en el cual no pudo encontrar larvas muertas; escribe además que, transcurrida una semana, llovió, y que tan pronto como paró la lluvia encontró larvas del mosquito en el agua por todas partes, tan vivas como siempre, y que empezaron a emerger como adultos aproximadamente una semana después de aquello. El Sr. Benjamin S. Pascal de Newfield, Nueva Jersey, me ha enviado una relación de observaciones realizadas por él mismo que le sugieren que los mosquitos pueden criar en la hierba o la tierra húmedas.

Opifex fuscus en la charca con sus larvas

Opifex fuscus
by Lek KhauvCC BY 4.0

En el verano de 1900 vigilé con gran interés una charca que se evaporaba lentamente. Su superficie abarcaba un área de cerca de veinticuatro pies cuadrados, y estaba totalmente alimentada por agua de lluvia y un drenaje de superficie. Se hallaba bien provista de larvas de mosquito, y después de una prolongada sequía se observaba que el agua se había evaporado casi por completo; sólo un pequeño charco se mantenía en el centro, el cual contendría de forma visible en el exterior sólo tres o cuatro pulgadas cúbicas de agua. Esta era de color oscuro, debido a que venía drenada desde una pila de estiércol cercana, y cuando se la miraba ocasionalmente no mostraba señal alguna de vida; pero al sumergir un colador de café encontramos que estaba literalmente atestada con larvas de mosquito casi completamente crecidas, muchos cientos, las cuales habían acabado reuniéndose en este reducido lugar. El secado continuó hasta que casi ya no quedaba agua, pero antes de que las larvas murieran, esto es, cerca de veinticuatro horas después de que su contenido fuera estimado en tres o cuatro pulgadas cúbicas, se produjo una fuerte tormenta que llenó el estanque de agua, tras lo cual se vio que contenía aparentemente sus existencias habituales de larvas de mosquito. A partir de estas observaciones nos fue posible estimar lo que sucede usualmente en un estanque de mosquitos. A medida que el agua se seca, las larvas se retiran gradualmente hacia el punto más profundo; después de que el estanque parece haberse secado, queda todavía humedad suficiente en este punto más hondo para mantener a las larvas vivas cierto número de horas. Que pueden morir y que, tal como creo, en ausencia de toda humedad efectivamente mueren —y en un espacio de tiempo que debe ser calculado en horas, y no en días— queda evidenciado por las observaciones de laboratorio mencionadas anteriormente.

Duración de la vida de los mosquitos adultos

Mosquito Culex pervigilans comiendo manzana

Culex pervigilans
by strewick CC BY 4.0

Es muy difícil, de hecho prácticamente imposible, estimar la duración normal de la vida de cualquier insecto adulto que vuele. Podemos mantenerlos en confinamiento y contar sus escasos días de vida, pero las condiciones no son las normales y no se puede simular la normalidad de forma perfecta. Un insecto en una jaula de cría puede morir en veinticuatro horas, pero eso no significa que no pueda vivir durante semanas en el exterior. Algunos insectos mueren rápidamente atemorizados por el cautiverio; otros a causa de los violentos esfuerzos por escapar. Una vez, para ver si las flores de yuca podían ser fertilizadas por las abejas, cubrí una planta de yuca muy grande con una red de gasa y coloqué bajo la red cerca de un centenar de abejas melíferas. En veinticuatro horas todos y cada uno de los insectos habían muerto, y sin embargo sabemos que la abeja melífera es un insecto de vida larga. No obstante, algunas de las evidencias que tenemos muestran que los mosquitos también tiene una vida larga. Parece que no pueden vivir muchos días sin aire abundante. El Dr. Veazie de Nueva Orleans, me ha escrito que suministrándoles varias sustancias los ha mantenido vivos durante un mes. Sin agua ni comida, según sus observaciones, le parecía que el límite era de cinco días para todas las variedades con las que había probado. Si no hay agua en la casa, afirma, los mosquitos abandonarán el hogar para buscarla. Los ha visto repetidamente descender al interior de una jarra o un vaso, permanecer allí unos pocos minutos, y después alejarse volando. Piensa que esto lo hacen principalmente para beber, aunque también ha encontrado huevos en un vaso de agua y en jarras. El Sr. Mitchell de Victoria, Texas, no obstante, ha escrito que en una ocasión mantuvo cierto número de mosquitos en una caja para ver cuánto tiempo podrían vivir solo de aire, y que después de veintiún días no había muerto ninguno. Investigadores médicos, en su trabajo experimental con mosquitos del género Anopheles, han sido capaces de mantener a adultos vivos bajo un vidrio, alimentándolos con rodajas de banana o de alguna otra fruta, durante semanas, renovando la banana cada tres o cuatro días. El Dr. Woldert de Philadelphia, ha mantenido a adultos durante dos semanas y más en el interior de una botella con una rodaja de banana y salpicando ocasionalmente con agua la gasa que la cubría. Los ha mantenido incluso hasta cincuenta o cincuenta y seis días, pero esto ocurrió durante la temporada de otoño, y, como ya hemos mostrado, los mosquitos en fase adulta hibernan, así que el periodo de vida significativo es el estival. Sabemos que vivirán durante el invierno, pero no sabemos si, en condiciones normales, aquellos que eclosionen en primavera llegarán a vivir hasta la mitad del verano siquiera. Solía circular una idea según la cual un mosquito hembra no volvía a picar después de haber chupado una ración completa de sangre, pues se pensaba que era incapaz de digerir completamente semejante comida. Esta idea, no obstante, ha sido completamente descartada tras algunos trabajos de medicina experimental; en dichos trabajos se ha obtenido una estimación de la duración de la vida adulta más precisa que la que se ha conseguido en cualquier otra parte. Los cirujanos militares que han estado trabajando sobre la relación entre los mosquitos y la fiebre amarilla han demostrado —como en verdad había hecho el Dr. Finlay antes que ellos— que el mismo mosquito picará y chupará sangre una vez tras otra; y los Dres. Reed, Carroll y Agramonte han demostrado que el mosquito de la fiebre amarilla no transmitirá la enfermedad hasta haber pasado al menos doce días desde el momento en que picó a un enfermo de dicha fiebre. En el caso del mosquito Anopheles y la malaria, tiene que haber un intervalo de siete u ocho días para que el organismo de la malaria se desarrolle de forma adecuada en el cuerpo del mosquito antes de que la enfermedad pueda ser transmitida a un individuo sano por medio de una picadura. Lo máximo que podemos afirmar, por tanto, es que los mosquitos adultos viven aproximadamente varias semanas —por supuesto, en circunstancias favorables, incluso en verano—, y que pueden picar un número indefinido de veces.

Unas investigaciones llevadas a cabo en Italia por Fermi y Lumbao sobre Culex pipiens les llevó a pensar que este mosquito, después de eclosionar, se dedica en exclusiva a chupar sangre y otras ocupaciones igual de placenteras, pero que la puesta de huevos sólo tiene lugar después de quince o veinte días —y que después de poner sus huevos las hembras mueren. Esta observación puede ser perfectamente correcta, pero es contraria a la norma habitual entre los insectos, pues es casi una ley el hecho de que, tras aparecer los adultos, el primer y principal asunto que ocupa sus vidas es la perpetuación de la especie.

Transformaciones de mosquitos aceleradas artificialmente

En el verano de 1900, mientras me hallaba ocupado en experimentos sobre las propiedades insecticidas del aceite de creosota vertido sobre la superficie del agua en frascos de cría que contenían larvas de mosquito, realicé lo que me parece una observación de lo más interesante. En una serie de frascos que contenían tres cuartas partes de agua, se pusieron ochenta larvas de Culex stimulans5 y de C. perturbans6 casi del todo desarrolladas, y se vertió un cuarto de onza de aceite de creosota con una densidad específica de 1.035 a 60ºF. Este era el frasco nº 1. En otro frasco habían dos cuartos de agua en los que se pusieron 150 larvas de las mismas especies, todas completamente desarrolladas o casi. Sobre este agua se vertieron 3/16 de onza de un aceite de creosota un tanto más denso. Este era el frasco nº 2. Cuando a las 4:15 p. m. se vertió la creosota en los frascos 1 y 2, no se observó ninguna pupa, pero todas las larvas estaban del todo desarrolladas o a punto de estarlo. Después de quince minutos se observo que había diez pupas en el frasco 2 y cinco en el frasco 1. Diez minutos más tarde se contaban quince pupas en el frasco 2 y trece en el frasco 1. Pasados otros veinte minutos había diecinueve en el frasco 2 y veintidós en el frasco 1. Quince minutos más tarde había todavía diecinueve en el frasco 2 y veintidós en el frasco 1. Treinta minutos después había 17 en el frasco 2 (habían muerto dos en el intervalo) y veintiocho en el frasco 1. Tal como afirmamos más arriba, durante la noche emergieron cierto número de adultos, diez en el frasco 1 y ocho en el frasco 2; y veinticuatro horas después emergieron diez adultos más en el frasco 1. Hay que señalar que las larvas ya maduras se sacudieron violentamente al percibir la incómoda presencia de la creosota y que, como ya estaban listas para la transformación, este violento forcejeo facilitó de forma palpable la rotura de la piel larvaria, dejando la pupa al descubierto. Esta transformación de larva a pupa es apenas tan interesante como el rápido desarrollo de los adultos, dieciocho de los cuales emergieron dentro de las quince horas posteriores a su transformación en pupa, mientras que la duración más corta del estado de pupa que yo había observado hasta el momento había sido de cuarenta y ocho horas. Da la impresión de que se trata de un esfuerzo de la naturaleza por perpetuar la especie ante una situación de singular emergencia.

Los zumbidos del mosquito

Debido probablemente a una asociación de ideas, el curioso sonido que emiten los mosquitos cuando se acercan a la oreja es para la mayoría de la gente extremadamente irritante. Este débil sonido es capaz de despertar a muchos del más profundo de los sueños. No es un sonido fuerte, y en lo que toca a su cualidad, quizá la mejor comparación posible sea la nota de una gaita lejana. El sonido no parece que sea producido por la rápida vibración de las alas, como es el caso de las moscas y otros insectos dípteros, sino por las vibraciones de una protuberancia quitinosa en las anchas traqueas que hay justo detrás de los espiráculos del tórax. Estas vibraciones son provocadas por el aire durante la respiración. Las libélulas y las abejas, igual que las moscas, también zumban de esta manera. En el caso de las abejas, no obstante, la rápida vibración de las alas provoca otro zumbido adicional, y las dos notas se distinguen muy fácilmente, pues el tono de las alas es A’, mientras que la voz procedente de la respiración es una octava más alta por lo menos, y a veces nueve o diez tonos más alta, llegando a B’’ y C’’. La nota musical exacta de las diferentes especies de mosquitos parece que no ha sido investigada, pero en una fecha tan lejana como 1874, A. M. Mayer,7 en el curso de sus investigaciones sobre acústica, hizo algunos interesantes experimentos con el pretendido aparato auditivo de alguna especie de Culex, la cual, desafortunadamente, no aparece nombrada. Mayer dejó establecido el hecho de que algunos de los pelos de las antenas de los mosquitos tienen una función auditiva. Mediante unos experimentos con diapasones, demostró que algunos de los pelos están especialmente sintonizados para responder a una frecuencia estimada en 512 vibraciones por segundo. Otros pelos vibraban con notas diferentes. Hizo experimentos también con el canto de la hembra, y mostró que los cabellos auditivos de la antena del macho vibran cuando el zumbido los alcanza en los ángulos apropiados. Si el canto llega directamente de frente a la cabeza será percibido de la manera más completa por los cabellos. Si el canto de la hembra actúa sobre una antena más que sobre la otra, el macho gira su cabeza hasta que ambas antenas quedan afectadas, para de esta manera ser capaz de determinar la dirección exacta de la hembra, conseguido lo cual, sale volando hacia ella. Mayer encontró que así el macho puede orientarse en un marco que oscila dentro de los cinco grados de la dirección exacta de la hembra. Su conclusión es que “estos insectos deben tener desarrollada la facultad de percepción de la dirección del sonido de forma más aguda que cualquier otra clase de animales”. Mayer llevó sus experimentos aún más lejos, y confeccionó en madera modelos aumentados de los cabellos con los cuales condujo experimentos interesantes. Su artículo está publicado entero en la Revista Americana de las Ciencias y las artes, vol. viii, (1874), páginas 89-103, y debería ser leído por todos aquellos interesados en este tema.

Antenas del macho Culex quinquefasciatus

Antenas del macho Culex quinquefasciatus
by SaryuCC BY 4.0

Recientemente, el Sr. A. DeP. Weaver, un ingeniero eléctrico de Jackson, Mississippi, me escribió que mientras estaba inmerso en ciertos experimentos sobre telegrafía armónica, en los que por medios eléctricos se producía una nota musical de de un tono determinado, quedó sorprendido al descubrir que cuando la nota se elevaba hasta cierto número de vibraciones por segundo todos los mosquitos, no sólo los de la habitación en que se encontraba el aparato, también de otras partes, e incluso del exterior, se congregaban cerca del aparato y se precipitaban desde el aire con una potencia pasmosa estrellando sus cuerpos contra el ingenio. Comenta que a partir de aquello cubrió una amplia superficie con papel atrapamoscas, y que después de hacer sonar la nota durante unos pocos segundos capturó a todos los mosquitos del vecindario. Entonces diseñó un aparato para electrocutarlos. Montó en un tablero una sección de malla mosquitera de la que eliminó la pintura, e introdujo entre la malla pequeños alfileres con la cabeza alineada a ras con la pantalla. Todos los alfileres fueron conectados entre sí eléctricamente, formando el conjunto uno de los electrodos del bobinado secundario de una bobina de inducción, mientras que la pantalla constituía el otro electrodo. Se pasó entonces una corriente alterna de alta potencia, y cuando se hizo sonar la nota, los insectos se precipitaron contra la pantalla y fueron electrocutados en el acto. El Sr. Weaver, por desgracia, no aclara si eran sólo machos los que eran capturados con este sistema. Su carta era de lo más interesante, y ciertamente su experimento del papel atrapamoscas indica que valdría la pena realizar más experimentos en esta dirección.

A propósito de la diferencia en la nota musical que emiten diferentes clases de mosquitos, deberíamos añadir aquí que, tal como se apuntará cuando nos ocupemos de los mosquitos transmisores de la malaria del género Anopheles, el sonido producido por la hembra Anopheles tiene una tonalidad marcadamente más baja que la que producen los mosquitos menos dañinos del género Culex. Una interesante analogía relacionada con este asunto es que ¡el villano de la obra tiene habitualmente la voz grave!

¿Qué distancia puede volar un mosquito? ¿Son transportados por el viento?

Mosquito Culex pipiens

Culex pipiens
by Katja SchulzCC BY 2.0

Un punto muy importante a tener en cuenta por las personas involucradas en los trabajos de exterminio de los mosquitos es la sugerida en el encabezado de esta sección. Para el propietario de una gran hacienda es de lo más desalentador prever que después de terminar una minuciosa labor paliativa, tras realizar un drenaje y un vertido de queroseno en los lugares de cría, otros enjambres de mosquitos hambrientos puedan venir volando desde cierta distancia, o ser transportados por los vientos, para acampar sobre sus terrenos y su casa y reiniciar el fastidio de las irritantes picaduras —quizá que sean capaces incluso de localizar algún lugar de cría que se haya pasado por alto y den origen nuevas generaciones. Por tanto, la cuestión de la distancia de vuelo es una de las más importantes. En el verano de 1900, el Sr. W. J. Matheson, que vivía en Lloyd’s Neck, Long Island, una ubicación infestada anteriormente de mosquitos en un grado extraordinario, logró prácticamente detener la proliferación de los insectos en aquella lengua de tierra, más bien estrecha, mediante inteligentes medidas de exterminio. Resultó que su casa quedó libre de mosquitos hasta casi el final de agosto. Entonces, después de un viento suave y continuo que duró dos o tres días, una cantidad enorme de especímenes de otra clase de mosquito hizo su aparición. La explicación era obvia. Estos mosquitos, ayudados por un viento suave y continuo, habían atravesado volando una de las franjas de agua que forma el estrecho de Long Island al entrar hacia Oyster Bay —una distancia de una milla y un poco.

Este incidente señala una condición importante del problema. Por lo común, se puede decir sin riesgo que los mosquitos no vuelan muy lejos. En aquellos lugares en los que cerca del lugar de nacimiento encuentran un agua adecuada para la puesta de los huevos, y especialmente donde hay animales de sangre caliente de los cuales poder alimentarse, los mosquitos no tienen ningún incentivo para la migración. Además, insistimos de nuevo, dentro de la escala en que se mueven los insectos, no son unos voladores potentes. A partir de la evidencia que ha sido recogida, y especialmente a partir de la que ha presentado la Sra. C. B. Aaron en un ensayo aparecido en el pequeño libro titulado Libélulas versus mosquitos (The Lamborn Essays, Appleton & Co., 1890)8, parece perfectamente cierto que los mosquitos se guardan mucho de levantar el vuelo durante una fuerte brisa. Vale la pena citar las palabras de la Sra. Aaron:

Mosquito Aedes communis

Aedes communis
by Owen StricklandCC BY 4.0

“La migración de los mosquitos ha sido fuente de muchos malentendidos por parte del público. La idea prevalente en las zonas residenciales de nuestras costas, según la cual una brisa de tierra trae a los mosquitos desde zonas muy lejanas del interior, está basada en la suposición de que este insecto es capaz de sostener el vuelo en recorridos largos, y también, hasta cierto punto, de pelear contra el viento. Esto es un error. Los mosquitos son de ala frágil; esto se verá claro lanzando lejos a la impotente criatura con un simple soplido, tras lo cual no se aventurará de nuevo en el aire hasta cierto tiempo después de haber encontrado un puerto seguro. La preponderancia de los mosquitos durante una brisa terrestre se explica fácilmente. Normalmente, Culex sólo puede volar en los momentos de calma de este tipo de viento. Por lo general, en nuestra costa una brisa marina significa una brisa fuerte, y cuando es esta la que sopla, incluso a los odonatos y a los robustos e intrépidos tábanos se los encuentra planeando en el lado de sotavento de las casas, de las dunas o de un follaje espeso. En los prados al sur de Atlantic City, en Nueva Jersey, los enormes enjambres de Culex se resguardan en la hierba espesa, o en las copas azotadas por el viento de los árboles que se encuentran a cubierto tras las dunas. Allí, como en todas aquellas localidades igualmente expuestas a un viento pertinaz, el crecimiento de los árboles y de los arbustos grandes está obstaculizado por el viento, el cual los deja reducidos a dimensiones y alturas mucho más modestas. Entre aquellas ramas enmarañadas y tupidas de follaje apretado, se encuentra a los mosquitos en cantidades tales que pueden llegar a sembrar la desesperación en el pecho de cualquier estudioso que planee su exterminio definitivo. Mientras dura la fuerte brisa, Culex no se meneará de estos acogedores refugios, aunque es posible que solo a unas varas de distancia se halle un grupo de casas llenas de mortales que no sospechan nada y que imaginan que sus torturadores se encuentran lejos, tierra adentro, sobre los prados salinos. Pero si amaina el viento, como sucede habitualmente cuando se gira, de allí saldrá un enjambre tras otro de hembras resueltas a saciar su depravado gusto por la sangre. Esto explica por qué aparecen en los escenarios donde se produce la acción casi inmediatamente después de que cesa la brisa fuerte; suponiendo que los trajera el viento desde tierra adentro, esta reaparición repentina sería incomprensible”.

Muchas de las observaciones realizadas por este escritor y sus corresponsales avalan la perspectiva expresada por la Sra. Aaron. El Sr. W. C. Kerr de Staten Island, un testigo excelente, tiene la firme opinión de que los mosquitos no son arrastrados desde Nueva Jersey hasta Staten Island. El profesor Herbert Osborn, que vivía anteriormente en Ames, Iowa, ha señalado que, en las estaciones secas, los pequeños estanques en un radio de entre un cuarto y media milla alrededor de las instalaciones universitarias de Ames se agostan, y que entonces los mosquitos desaparecen, a pesar de que aproximadamente a una milla hay unos estanques más grandes que nunca se secan. Uno de mis anteriores ayudantes, el Sr. R. M. Reese, descubrió en Baltimore que al tratar con queroseno los lugares de cría que se hallaban a cien pies de distancia de su casa, o un poco más, la afluencia de mosquitos a su hogar se reducía extraordinariamente, a pesar de que a una distancia sólo el doble de aquella habían muchos otros lugares de cría. El Dr. John B. Smith, un entomólogo bien conocido, ha dejado por escrito su propio testimonio de que los mosquitos no se levantarán ni emprenderán el vuelo cuando el aire sopla de manera brusca, y que incluso una brisa aún más ligera les impedirá acercarse a los pisos superiores de las casas.

Mosquito Coquillettidia perturbans

Coquillettidia perturbans
by Sawyer HessCC BY 4.0

Sin embargo, el Dr. H. T. Fernald, después de trabajar varios veranos en el Laboratorio de Cold Spring Harbor, ha sostenido que con una brisa del sur, sobre todo después de que soplara durante cinco horas o más un viento suave y prolongado, los mosquitos se volvieron muy molestos, y la convicción en aquella localidad es que fueron traídos desde la costa sur de Long Island, a quince millas de distancia. Esta, anuncia el escritor, es la opinión general en varios puntos de la costa norte de Long Island; pero investigaciones que él ha realizado sobre la topografía del mosquito en aquella porción de la isla han demostrado que normalmente hay lugares de cría mucho más cercanos que los de la costa sur, y frecuentemente bastante próximos a las sitios infestados, los cuales explicarían mucho mejor la afluencia de mosquitos. De hecho, unas minuciosas observaciones realizadas por el Sr. H. C. Weeks de Bayside, Long Island, ha demostrado que en la inmediata vecindad de los laboratorios de Cold Spring Harbor hay muchos lugares de cría, de unas dimensiones y capacidad tales que obligan a abandonar la teoría de la costa sur.

Han llegado a mi atención, de hecho, tantos ejemplos en los que extensos lugares de cría profusamente repletos de larvas de mosquito fueron pasados por alto por la gente de los vecindarios afectados, que, por regla general, me he vuelto un tanto incrédulo en lo que respecta a los vuelos a larga distancia de los mosquitos. Fermi y Lumbao, en su informe sobre sus actividades en Sassari, afirman que los mosquitos de la ciudad no se alejan mucho de sus terrenos de cría de origen en tanto encuentren comida suficiente cerca de las viviendas de la gente y los animales. La razón que dan los autores italianos para esta ausencia de migraciones puede ser correcta o errónea, pero su experiencia ha mostrado que si se descubre una casa infestada de mosquitos situada cerca del centro de una ciudad o un pueblo, la búsqueda de las larvas debe realizarse en la propia casa o cerca de ella, especialmente en bodegas o cisternas, en pozos, en abrevaderos, en las pilas o cubas de un patio y sitios similares. La verdad es que la gente no se toma la molestia de realizar una búsqueda minuciosa, sino que prefiere saltar a la conclusión de que los mosquitos se han abalanzado sobre ellos desde un lugar lejano. El Sr. C. A. Sperry de Chicago escribe que él está perfectamente convencido de que los mosquitos jamás son repartidos por el viento. Cuando este sopla, a ellos se los encuentra siempre sobre el suelo, aferrados a algún asidero. Rara vez, si es que alguna, se los ve elevarse hasta un tercer piso en la ciudad. Además, él sugiere que la idea de que son transportados por el viento disuade a mucha gente de hacer el esfuerzo de librarse por sí mismos de la molestia, lo cual podría llevarse a cabo de manera sencilla. En una ocasión, en una residencia de verano de Long Island, un hombre le contó que los mosquitos venían hasta allí desde Nueva Jersey, cuando a menos de doscientas yardas de su casa había un estanque que, según la opinión del Sr. Sperry, producía todos aquellos mosquitos, los cuales eran una plaga tan molesta que habían ahuyentado del lugar a cientos de personas. El Sr. Sperry es un investigador próximo a los mosquitos y los ha estudiado durante años.

El Dr. C. W. Stiles de Washington, no obstante, se inclina hacia un punto de vista en cierta manera opuesto al de la Sra. Aaron. Me informa de que su experiencia —obtenida este verano en su residencia de vacaciones de la costa de Nueva Jersey— ha sido que los mosquitos molestaron a su familia sólo después de que habían soplado brisas de tierra de forma continua durante varios días. La cabaña está situada a una distancia de los bosques que ronda el tercio de una milla, de cara al mar y a unas cien yardas de las olas. Como está totalmente aislada de los árboles, y como los mosquitos no aparecieron durante las pausas de la brisa, sino sólo después de varios días en los que sopló un viento de tierra, a él le parecía que la opinión popular según la cual las brisas del interior influyen en la difusión de los mosquitos hacia el mar no está carente de fundamento.

Toda la evidencia mencionada hasta el momento se refiere más o menos a las circunstancias normales, y, de hecho, en la práctica son este tipo de circunstancias las únicas que necesitan tenerse en consideración. En circunstancias muy excepcionales, sin embargo, parece perfectamente evidente que los mosquitos pueden desplazarse distancias considerables; dos ejemplos de esto se describen en las líneas siguientes, citadas a partir de un carta recibida del Honorable J. D. Mitchell de Victoria, Texas, un testimonio fiable, además de naturalista.

(…) En toda mi vida, he sido testigo de dos migraciones de mosquitos, las cuales permanecerán siempre frescas y vívidas en mi memoria.

En las tierras bajas del lugar en que el río Colorado se vierte en la bahía de Matagorda, se forma un pantano debido a un embalsado del río; este pantano abarca alrededor de dieciocho millas cuadradas, y es un territorio de cría magnífico para los mosquitos.

Opifex fuscus, enjambre en una charca

Opifex fuscus
by Lek KhauvCC BY 4.0

Yo gestionaba una explotación ganadera en aquel cuerpo de tierra que era casi una península y que se extendía hasta Carancahua Bay en el este, Matagorda Bay en el sur, Keller’s Bay y Creek hacia el oeste, y la frontera norte del condado de Calhoun hacia el norte (según el mapa costero de Texas). La distancia entre las instalaciones de mi rancho y el pantano aquí arriba mencionado, por la carretera de la bahía, es de cerca de cuarenta millas; a vuelo de pájaro, aproximadamente treinta y cinco millas. Mi rancho estaba situado en Carancahua Bay, cerca del extremo norte de la hacienda.

La primera migración se produjo en Octubre de 1879. Hubo un desbordamiento en los campos del norte que llenó el ya mencionado pantano, pero en un cómputo global aquella sección estaba seca y necesitada de lluvias, y no había mosquitos. Había estado soplando durante tres días un viento del este bastante fuerte; en el atardecer del tercer día llegaron los mosquitos volando alto, a cerca de cincuenta pies del suelo, y cayeron sobre Carancahua Bay de forma similar a una nube o una niebla. En el rancho se cebaron con todo aquello que tenía sangre en el cuerpo, y todos los trabajos se suspendieron con un consentimiento unánime. El ganado y los caballos, acribillados continuamente, se alborotaba; se abandonaron todas las labores de ganadería lo más rápido que se pudo, se acudió a toda prisa hacia los alborotos, y poco o nada más se hizo durante cerca de cinco días; después de aquel tiempo había pasado la principal oleada, aunque quedaban muchos todavía, suficientes para que la situación fuera incómoda durante cerca de dos semanas. Esta migración se realizó del este hacia el oeste a lo largo de una línea que tenía cerca de tres millas de ancho —ni por encima ni por debajo de esta línea había mosquitos.

La segunda migración tuvo lugar en octubre de 1886. Vinieron del mismo pantano descrito anteriormente —esta migración se confinó por sí misma a la línea costera de Matagorda Bay, y se adentró en tierra media milla aproximadamente; había tantos mosquitos dentro de estos límites como había habido en las tres millas de la primera migración. Cubrieron el cielo, la hierba se doblaba bajo su peso, e hicieron que la madera que bajaba flotando sobre el agua y el suelo se volvieran del mismo color. Todo el ganado abandonó la costa y se dirigió hacia el norte, fuera de la línea del pantano. El viento era suave, venía del sur, y no afectaba al vuelo de los mosquitos, que se dirigían hacia el oeste; volaban fundamentalmente bajo, a diez o doce pies de altura, y siempre en la misma dirección. Con otros tres hombres, conduje hacia el interior del enjambre, hasta una larga de pila de material arrastrado y de basura; le prendimos fuego y permanecimos en medio del humo durante cierto tiempo observándolos. Acabaron de pasar en algún momento del tercer día, dejando muy pocos rezagados detrás. Por medio de una indagación, tracé el recorrido de estos dos enjambres desde el pantano ya descrito hasta quince o veinte millas al oeste de mi rancho, una distancia total, si se dibuja en el aire, de cincuenta o sesenta millas.

La primera migración cruzó Trupalacios Bay, donde alcanzó una amplitud de cinco millas, y Carancahua Bay, donde era solo de un milla. La segunda, que se ciñó a la línea de costa, cruzó Trupalacios Bay con tres millas de ancho, Carancahua Bay con 300 yardas, Keller’s Bay con media milla, Cox’s Bay con milla y media, y Port Lavaca Bay con cuatro millas.

Mosquito Anopheles punctipennis

Anopheles punctipennis
by Katja SchulzCC BY 4.0

A propósito de este asunto, se puede decir que los mosquitos de la malaria del género Anopheles parecen mucho menos capaces de volar a larga distancia que los insectos más comunes del género Culex. El Dr. F. A. Young, del Servicio Médico del Ejército Británico, en su viaje de regreso a casa desde Shanghái, donde había estado realizando trabajo experimental contra los mosquitos de la malaria, se comunicó conmigo en febrero del 1901, y me declaró que su firme conclusión era que, por regla, Anopheles no volará más allá de doscientas yardas, y que un lugar de cría situado a más de doscientas yardas de una casa no proveerá de mosquitos de la malaria a dicha casa mientras haya otras casas más cerca. Mencionó cierto número de ejemplos detallados que justificaban este punto de vista. Sin embargo, Christophers y Stephens, en sus informes sobre la expedición a Sierra Leona con motivo de la malaria, afirman que es seguro que, bajo ciertas circunstancias, Anopheles puede volar distancias mayores de las que se le habían supuesto. En una pequeña casa de una zona del interior que había estado ocupada por un anciano, se atrapaban cada mañana cinco o seis mosquitos Anopheles. Estos estaban recientemente eclosionados, y su origen sólo se pudo situar en un lugar de cría a trescientas o cuatrocientas yardas de allí. En otro lugar, los mismos autores señalan un vuelo de seiscientas yardas. Pero, después de todo, ¿qué representan incluso seiscientas yardas? En el esfuerzo por librar a una localidad de la malaria, tales distancias se vuelven insignificantes.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, este escritor piensa que, en casi todos los casos, a la hora de emprender labores paliativas contra los mosquitos, un individuo o una comunidad no deben ser disuadidos por la idea de que la afluencia de mosquitos puede renovarse por culpa de los vuelos de larga distancia, ni siquiera cuando se trata de distancias superiores a una milla. Una fuente mucho más preocupante de la presencia renovada de los mosquitos será considerada en la siguiente sección.

Generalidades sobre los mosquitos (I)

Notas


 * Suborden o Superfamilia— En los órdenes Blattodea, Hymenoptera y Lepidoptera, para agrupar las familias hemos preferido usar las superfamilias en lugar de los subórdenes.

 1. Entomological News. Transactions of the American Entomological Society and Memoirs of the American Entomological Society, es una publicación periódica de la Sociedad Entomológica Americana —fundada esta en 1859— que continúa editándose hasta la fecha. (N. del T.)

 2. “Pitcher plant” en el original, “plantas jarra”.

 3. Culex quinquefasciatus, según la nomenclatura oficial actual.

 4. En el lugar indicado del texto original no hallamos mención alguna a dicha teoría. Suponemos, pues, que el autor modificó el texto y que este párrafo quedó tal cual después de suprimir el contenido a que hace referencia. (N. del T.)

 5. Aedes stimulans, según la nomenclatura actual.

 6. Coquillettidia perturbans, ibid.

 7. Alfred Marshal Mayer (1836-1897), fue un físico norteamericano. El artículo al que se va a aludir está, de hecho, disponible en línea en la página web de la publicación mencionada: American Journal of Science.

 8. Dragon Flies vs. Mosquitoes. El texto completo aquí: Biodiversity Library Heritage